Una fascinante historia - Parte 1

5/8/20242 min read

two white ceramic teacups with coffee
two white ceramic teacups with coffee

¡Ah, el café! Esa bebida que ha acompañado a la humanidad a lo largo de siglos, siempre presente en las conversaciones más profundas, en las reuniones más íntimas, y en los momentos de soledad reflexiva. Hoy te contaré una historia que, como tantas otras en el mundo del café, está llena de misterio, leyenda y una pizca de verdad.

Cuenta la leyenda que todo comenzó en las montañas de Kaffa, en lo que hoy conocemos como Etiopía. Era un tiempo en el que la naturaleza y el ser humano aún mantenían una relación casi mística, en la que los secretos del mundo se descubrían a través de la observación paciente y la comunión con el entorno. Fue allí, en esas tierras altas y fértiles, donde un pastor llamado Kaldi vivió una experiencia que cambiaría el destino de la humanidad para siempre.

Kaldi era un joven pastor de cabras, humilde y trabajador, cuya vida cotidiana transcurría entre la vigilancia de su rebaño y las largas caminatas por las laderas de las montañas. Un día, mientras sus cabras pastaban, Kaldi notó algo extraño. Sus animales, que habitualmente eran tranquilos y comedidos, parecían haber sido poseídos por una energía inusitada. Saltaban, corrían de un lado a otro, y parecían incapaces de quedarse quietas. Intrigado, Kaldi las observó con detenimiento y descubrió que todas compartían un mismo hábito: habían estado comiendo los frutos rojos de un arbusto desconocido.

Curioso, Kaldi decidió probar él mismo aquellas bayas brillantes y tentadoras. Al principio, no sintió nada, pero al cabo de unos minutos, una ola de energía recorrió su cuerpo. De repente, Kaldi se sintió más despierto, más alerta, como si todas las distracciones de la mente se hubieran desvanecido, y solo quedara una claridad prístina. Se llenó de una alegría inexplicable, una sensación de euforia que nunca antes había experimentado.

Kaldi, impresionado por el poder de aquellos frutos, decidió llevar un puñado al monasterio más cercano. Allí, se presentó ante Abad, un hombre sabio y austero, que escuchó con escepticismo la historia del pastor. Sin embargo, cuando vio la agitación de Kaldi y escuchó su ferviente relato, decidió probar las bayas él mismo. Fue luego de un tiempo de prueba y error, donde en lugar de consumirlas directamente, Abad, un hombre de tradición y disciplina, se dio cuenta de que secando y dorando las bayas, para luego hervirlas en agua caliente, tal como lo hacía con otras infusiones de hierbas, lograba una mayor extracción de su contenido.

El resultado fue algo inesperado: una bebida oscura, aromática, cuyo sabor era a la vez amargo y fascinante. Al probarla, Abad sintió un cambio inmediato. La fatiga que solía invadirle durante sus largas horas de oración se desvaneció por completo. Con esta nueva bebida, podría mantenerse despierto durante las vigilias nocturnas sin perder la concentración ni caer en el sopor. Decidió entonces compartir el descubrimiento con sus monjes, quienes pronto adoptaron la costumbre de beber aquella misteriosa infusión antes de sus rezos.

La fama de la bebida no tardó en propagarse. Los monjes, que solían viajar a otros monasterios para compartir conocimientos y prácticas, llevaron consigo este oscuro elixir, y con el tiempo, su uso se extendió por toda la península arábiga. Fue en estas tierras donde la bebida adquirió su nombre definitivo: qahwa, que en árabe significaba algo así como "vino" o "estimulante". Así, el café comenzó su lento pero inexorable viaje hacia los rincones más remotos del mundo.